Do EL PAÍS de hoje.
Brasil ya no es lo que era, piensan los nostálgicos de aquellos equipos de los sesenta, setenta y ochenta que maravillaron al mundo. Para empezar, resulta que su portero, el imponente Julio César, del Inter, rompe con el maleficio que acompañó a la portería canarinha casi desde los tiempos de Barbosa, el portero que sufrió en 1950 el Maracanazo como una losa que le acompañó hasta la muerte. Julio César es ágil, potente, participa mucho y es el menos goleado de la clasifi cación hacia el Mundial de Suráfrica de 2010. El Brasil de Carlos Dunga en un equipo de área a área, sin apenas tránsito por el territorio que dominó con mucho gusto en las épocas doradas. Es otra historia.
Pero ¿cuándo cambió todo?, ¿y por qué? "Progresivamente", responde el mítico Eduardo Gonçalves de Andrade, Tostão, delantero del Brasil de los setenta. "Los niños habilidosos ya sólo quieren ser delanteros porque los entrenadores brasileños sólo quieren que los centrocampistas marquen y sean fuertes. ¿Dónde están los Falcão, Junior, Sócrates, Rivelino, Didí...? No existen. En Brasil ya no hay medios brillantes. Los tiene España con Xavi, Iniesta, Xabi Alonso o Fàbregas". "La prensa de aquí", prosigue Tostão, "dice que el fútbol cambió mucho, pero yo creo que los jugadores creativos siguen siendo modernos. En mi época, los zagueros y el portero no eran muy buenos; los demás, sí. Ahora es al revés. El fútbol brasileño se ha vuelto pesado: todo es marcar, marcar, marcar, jugadores fuertes y balones cruzados al área".
No hay más que mirar a los dos mediocentros titulares de Dunga: Gilberto Silva y Felipe Melo. A los 33 años, Gilberto juega más cerca de los centrales que de los atacantes. Y en la Copa América que ganó en 2007, Dunga alineó a Gilberto, Mineiro y Josué, tres mediocentros defensivos que levantaron de sus tumbas a los clásicos. Cedió Dunga y se decantó por la entrada de Melo, el ex del Racing, que le ha dado una mejor salida a la pelota, junto a Gilberto. Pero entre ambos reúnen tan poca elaboración que Brasil se ve abocada al contragolpe. "El contraataque es excelente por la velocidad de Kaká y Robinho, y la finalización de Luis Fabiano", analiza Tostão.
Brasil siempre llenó los ojos del mundo por sus centrocampistas. En los años cincuenta fue Zizinho. "Dicen que fue el mejor de todos después de Pelé. El más creativo", recuerda Tostão. Años más tarde, en las dos primeras Copas del Mundo conquistadas por Brasil, en 1958 y 1962, apareció Didí. "Didí hacía lo que quería con la pelota. Inventó la folha seca". La canarinha tardaría ocho años en alumbrar otro Mundial. Tostão recuerda así a sus compañeros del mediocentro de México 70. "Clodoaldo era más de contención, pero muy buen regateador. Gerson era espectacular, como Rivelino". Brasil siguió esta tradición en los ochenta con los Falcão, Sócrates, Cerezo y Junior. Hasta que algo se rompió un 5 de julio de 1982 en Sarrià, en el Mundial de España. Paolo Rossi hizo llorar a Brasil con tres goles (2-3) e inoculó un virus extraño en el cuerpo del medio del campo de la seleçao.
Los futbolistas brasileños que emigraban a Europa se mimetizaban con sus nuevos colegas. Alemão y Dunga fueron pioneros de aquellos brasileños cada vez más europeizados. El Mundial de México 86 todavía ofreció medios habilidosos como Zico, Sócrates o Junior, pero se estaba larvando un cambio. Una tendencia muy nítida en Italia 90, cuando el seleccionador, Sebastião Lazaroni, trató sin éxito de introducir el líbero. Fue, sin embargo, en Estados Unidos 94 cuando Carlos Parreira transformó el estilo de Brasil. Primero prefirió al fino Raí, pero luego lo sustituyó por Mazinho, que se unía a Mauro Silva y a Dunga. Cemento armado. Fiados al talento ofensivo de Bebeto y Romario, Brasil logró el tetracampeonato.
La línea hacia el éxito ya estaba marcada. Y Mario Zagallo insistió con Dunga y César Sampaio en Francia 98. Luis Filipe Scolari repitió el esquema en Corea y Japón 2002 con Gilberto Silva y Cleverson. Más cemento. Tras regresar al banquillo en Alemania 2006, Parreira intentó fijar un cuadrado mágico (Kaká, Ronaldinho, Ronaldo y Adriano) que algunos entendieron como una vuelta a los orígenes. Más bien resultó un híbrido: Ze Roberto, un volante zurdo, mezcló mal con Emerson.
Apartados por su baja forma Ronaldinho, Adriano y Ronaldo, a Dunga aún le queda mucha pólvora con Kaká, Robinho y Luis Fabiano. "Brasil es capaz de ganarle a cualquiera, pero no al estilo tradicional, sino al contraataque. Brasil parece Italia o Alemania. Y el Brasil de otro tiempo es la España actual. De 30 años para acá, todo ha cambiado", se lamenta Tostão.
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